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4 ene 2011

Oír cantar

Notas de alma herida mecen el atardecer.
Un son de selva ardiente
vuela por mis piernas,
jugetean mis dedos trazando el afecto
que voló entre las alas acusadas de temor.

Nacerá la molécula de tiempo en tus muslos para correr a tu pubis y ahí esconderse de mí.

Calla. No es venganza la que te traigo, es reparo del adiós.

Vení

Ven a mi hora poeta.
Mis manos
han tomado la luna
de tu espalda.
De tu cabello se ha tejido
el camino azulado a mi sueño infantil.

 La oscuridad de tu nombre
esconde el bálsamo de inocencia.
Retomo la soledad
entre tu pecho cercano al sol
y a mi alcoba blanca.
Ven a la hora que te pertenece.