Todas las mañanas ponías tango, comenzabas los rituales musicales con tarareos, sonrisas, balanceabas tu cadera a todas las direcciones; creabas un nuevo mapa a Marte. El aroma de tus mil alimentos y mi única taza de café hacían que nos acostumbráramos al verdadero aroma de la casa, tu cabello pelirrojo aún húmedo del perfume de jazmines, mi cuerpo bañado en ungüentos y soledad...
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